El inicio del amamantamiento

El inicio del amamantamiento

La lactancia materna debe iniciarse lo más pronto posible. Permitir que sea el recién nacido quien tome la iniciativa y busque activamente el pezón para mamar. En esas condiciones, la mayoría de los bebés son capaces de encontrarlo y agarrarse correctamente ellos solos.

Cuando nacen, los bebés están despiertos pero tranquilos si están pegaditos a su madre. Es el llamado período sensitivo, en el que bebé y madre se reconocen mutuamente por el olor, el tacto, la vista, el oído... También es el momento ideal para que hagan la primera toma.
Pasadas 1-2 horas, entran en una fase de sueño profundo o letargo para recuperarse del estrés del parto. En la mayoría de los casos, cuando no hay riesgo vital, los controles de salud tales como pesadas, mediciones, baños... pueden esperar a después de que se dé esta importantísima primera toma, que favorece la formación inmediata del vínculo afectivo entre la madre y el hijo, y supone un feliz y saludable inicio de la vida del niño o de la niña, así como una gozosa entrada en la maternidad de la mujer.
La lactancia deberá continuar sin restricción ninguna a partir del nacimiento, siguiendo las señales de demanda del bebé. Para ello, es de suma importancia que la madre y el hijo permanezcan siempre juntos.
Cuando quieren mamar, los bebés comienzan a revolverse, buscan con las mejillas, cabecean, hacen ruiditos o chupan las manos; es el momento de ponerlos a mamar. Si están tranquilos, o incluso algo adormilados, serán capaces de mamar mejor. No conviene esperar a que el bebé llore para ofrecerle el pecho. El llanto es una señal tardía de hambre y el bebé estará más nervioso y será más complicado amamantarlo.
Los primeros días, el pecho produce el llamado calostro, que se genera en pequeñas cantidades pero con un enorme valor nutritivo e inmunológico, siendo una verdadera fuente de salud y protección para los más pequeños.
Este calostro está especialmente creado para satisfacer todas las necesidades de los recién nacidos, ya que no precisan ningún otro alimento ni bebida; debe ser ofrecido sin limitaciones.
Los propios bebés decidirán cuánto tiempo precisan mamar y con qué frecuencia; ésta es la esencia de la lactancia: LA DEMANDA.
Al principio, las tomas son frecuentes y largas, ya que, para mamar, el bebé tiene que coordinar la succión con la respiración y la deglución, lo que requiere cierto entrenamiento. Además, la leche materna se digiere más fácilmente que las leches de fórmula, y el estómago del bebé tiene una capacidad pequeña (unos 60 ml a las tres semanas), por lo que necesitan mamar frecuentemente.
Las tomas no deben ser regulares; habrá momentos del día en los que el bebé pida más a menudo (generalmente por la noche) y otros en que descansen más. Lo importante es que hagan alrededor de 8 a 12 tomas a lo largo del día, y puede que incluso más.
Tener los bebés en brazos es una buena manera de detectar las primeras señales de hambre y, por lo tanto, de saber cuándo es el momento adecuado para ofrecerles el pecho.
Hay que tener en cuenta que los bebés no sólo piden el pecho por hambre, sino también para relajarse. Es la llamada succión no nutritiva, que resulta muy importante como entrenamiento y estimulación de la producción de leche.
Estos primeros días no se deben ofrecer chupetes ni biberones para no limitar el acceso al pecho, puesto que la producción de leche depende de la succión y de la demanda del lactante. Además, la succión de los biberones es diferente a la del pecho, por lo que podrían dificultar el establecimiento de la lactancia materna. A mayor succión, mayor estímulo y mayor producción de leche.

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